Tu voz me abriga,
como el canto de la luna
en noche sin fin.
La noche, crisálida de sombras, manto denso,
no es el lecho final, la renuncia al lienzo.
Es pausa, sí, silencio que precede al alba,
donde el alma se repliega, su herida se salva.
No es abismo sin retorno, vacío eterno,
sino útero profundo, misterio fraterno.
En su regazo oscuro, la semilla espera
el sol que ha de romper la pétrea frontera.
La noche no es la muerte, sino el presentimiento
de una nueva luz, un renovado aliento.
Es la promesa tácita, el sueño latente,
de un mañana que emerge, gloriosamente.
Siempre ansío tener buena suerte.