Hay un momento en el que todo se rompe.
Todas las despedidas duelen.
Incluso aquellas en que la persona sin decir nada.
Hay un momento en el que todo se rompe.
Todas las despedidas duelen.
Incluso aquellas en que la persona sin decir nada.
yace un campo de girasoles, un mar amarillo,
bailando al ritmo del viento del verano.
A lo lejos, una montaña majestuosa,
vestida con un manto de nieve eterna,
se alza en silencio, desafiando al cielo,
un testigo silencioso del paso del tiempo.
En el bosque cercano, un río serpentea,
sus aguas cristalinas reflejan la luna plateada,
cantando canciones antiguas a las piedras,
mientras viaja hacia el mar, su destino final.
Y en la quietud de la noche,
cuando las estrellas parpadean como faros lejanos,
la ciudad duerme bajo su manto de luces,
soñando sueños que solo la noche conoce.
Era un día cansado.
Era un día aburrido.
Ya no hay nombres.
No vale la pena.
Ahora la pluma volará sin dueña.
La pluma volará sin ataduras emotivas.
No dolerá a nadie.
No provocará celos.
No dolerá.
Ahora sus palabras quedarán donde siempre están seguras en el aire.
Cansado de ser gris. Casado de esperar. Cansado de todo.